jueves, 3 de noviembre de 2011

El dinero no da la felicidad- dijo A. Puede, pero prefiero llorar dentro de un Ferrari- contestó B.

¿Es más rico el que más posee o el que menos necesita? ¡Gran pregunta!
Frente al tradicional triplete vital que todos conocemos: salud, amor y dinero, parece que se implanta un nuevo triplete: dinero, belleza y salud. ¡Bienvenidos a nuestra sociedad!
Sabemos que el dinero mueve muchos hilos. Veamos, de las cosas que hacéis o querríais hacer (ojo, ¡¡que si digo tener...!!) en una semana, ¿cuántas dependen de que tengáis dinero? 
Hoy en día, no solamente queremos poseer, sino demostrar que poseemos. ¿No es así?
Gracias a no sé quien, existen hoy en día valores que no se pueden comprar. Porque dinero no es sinónimo de felicidad, ni riqueza es sinónimo de felicidad. Porque el dinero no da la felicidad. ¿O sí?
Reflexionad acerca de lo siguiente:
-podemos comprar sangre, pero no salud.
-podemos comprar libros pero no conocimientos.
-podemos comprar una cama, pero no sueño.
-podemos comprar productos cosméticos, pero no belleza.
¿Podemos poseer mucho y ser personas pobres, tristes, desgraciados, desamparados e infelices? Y al revés, aún poseyendo poco, ¿nos podemos considerar personas afortunadas, ricas, favorecidas, bienaventuradas, en definitiva, feliz?
¡¡Os animo a que meditéis sobre lo dicho y os invito a que seáis felices!!

5 comentarios:

  1. A propósito del tema del consumo me parecen interesantes las reflexiones que hace Erich Fromm en su libro La patología de la normalidad.En dicho capítulo nos presenta la producción y el consumo como la religión actual,nos propone cual podría ser el paraíso del hombre contemporáneo y nos plantea que pasaría si ese paraíso fuera alcanzado.
    A continuación lo transcribo un poco resumido:
    “La producción ha llegado a ser un dios, se ha convertido en un fin en sí mismo, y la gente se queda sencillamente fascinada por el acto de la producción, como en las culturas religiosas se quedaría fascinada por los símbolos religiosos.
    Como esta cultura es la nuestra, no nos damos cuenta de que se trata de una actitud religiosa. Sin embargo, nos fascina servir a esta maquinaria de la producción. Y ésta es una parte del marco de referencia en que vive el hombre actual:que las cosas sean mejores y más grandes,que haya cada vez más y más cosas.
    Al lado de éste corre paralelo el problema del consumo.Está claro que consumimos por placer. Hay mucho de realismo en el consumo, satisfacer nuestras necesidades y satisfacer nuestros placeres, pero creo que el consumo se ha convertido en un fin en sí mismo, del mismo modo que la producción. Estamos hechizados por la idea de comprar cosas, sin pensar en lo útiles que sean. Éste es uno de los factores psicológicos en que se basa nuestra economía. Y lo fomentan y estimulan los publicitarios, que hacen negocio aplicando este conocimiento a la cuestión práctica de cómo vender su producto a los consumidores.
    Creo que las cosas que hoy se compran proporcionan muy poco placer.La idea es conseguir algo nuevo lo más pronto posible.Y verdaderamente si yo quisiera imaginar el cielo de una ciudad moderna, como se lo imaginaría el hombre contemporáneo, creo que ya no sería el cielo de los mahometanos ni nada parecido,sino un cielo lleno de aparatos y artilugios donde uno tiene todo el dinero para comprar las neveras,los televisores y todos los chismes que van apareciendo en el mercado.
    Lo que imagina esta fantasía paradisíaca es una producción más rápida de aparatos y la posesión de todo lo que no se puede tener en la vida real,poder comprarlo todo,no tener la ilusión de poder comprarlo el año que viene,o dentro de dos años,sino ahora,ahora mismo.
    Esta actitud se transmite a nuestra actitud frente a otras cosas.Nos hemos hecho consumidores de todo,consumidores de ciencia,de arte,de conferencias,de amor,y la actitud siempre es la misma: yo pago y me dan una cosa, y tengo derecho a que me la den, y no debo hacer ningún esfuerzo especial.Me parece que esta misma actitud de consumidor es la que se encuentra en muchos fenómenos parecidos,en cómo siente la gente el arte,la ciencia y el amor, igual que cuando compran un último modelo.
    Imagino el estado de cosas de un mañana en que la jornada laboral fuese de 4 horas y los salarios el doble o el triple.¿Qué pasaría? ¡Vaya una catástrofe!¡Cuántas crisis nerviosas! Por que la gente no tendría ni idea de qué hacer con su tiempo libre y con su vida.Se dedicarían a comprar como locos.Cambiarían de coche cada 6 meses. Incluso sufrirían la gran decepción de que este paraíso,la consecución de todo esto, seguiría sin tener sentido.
    Si todo se mantiene en marcha es porque ese paraíso no se alcanza nunca.
    La aspiración más hermosa que nos han pintado conmovedoramente durante miles de años los escritores,los utópicos,una vida en la que no haga falta emplear sino muy poco tiempo para las necesidades de la subsistencia,con una plétora de bienes y ninguna miseria… Imaginen con todo realismo lo que significaría,imaginen que pudiéramos alcanzarla para hoy:tendríamos que hacer cualquier esfuerzo por evitarla, porque provocaría un verdadero desastre mental.De ningún modo estamos preparados para dar sentido a nuestra vida y a nuestro tiempo,lo cual sigue formando parte del cuadro de esta religión de la producción y el consumo que ha perdido toda relación con las verdades y concretas necesidades humanas”

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  2. Igualmente y muy relacionado con lo anterior nos habla sobre la seguridad en otro capítulo del mismo libro :

    “ … está en boca de todo el mundo una palabra, que incluso ha llegado a ser el lema de muchas discusiones políticas, la palabra “seguridad”. Encontrarán muchos psiquiatras, psicoanalistas, etc., diciendo que el principal objetivo es estar seguros, sentirse seguros. Entonces los padres se asustan y se preocupan enormemente por si su hijo se sentirá seguro. Y si el hijo ve que otro niño tiene más cosas, habrá que comprárselas enseguida para que se sienta seguro. Se entiende que la seguridad es, sobre todo, venderse bien en el mercado de la personalidad. Al parecer hay psiquiatras que han dicho que uno se siente seguro si tiene éxito, si está bien educado, cumple las reglas y representa un modelo afortunado. Y entonces nos obsesionamos con la seguridad como finalidad principal.
    Ahora se habla mucho de que esto es terrible, de que nos quita espíritu de iniciativa. También se habla de ciertas seguridades económicas elementales, de las pensiones de vejez, etc., y no se niega que el hecho de que un hombre ahorre un millón de dolares para tener seguridad en su vejez, o contratar un seguro de vida, no entra dentro de este condenable deseo de seguridad. Sin embargo, tienen razón al criticar que hacemos depender nuestra vida de un sentido de seguridad psíquica, por el que perdemos todo sentido de la aventura. […]
    Creo que el fin del desarrollo psíquico es ser capaz de soportar la inseguridad, porque cualquiera que tenga un poco de seso en este mundo verá que estamos inseguros de todas las maneras, no por la bomba atómica, sino por la manera en que vivimos. Estamos inseguros físicamente, y estamos inseguros mental y espiritualmente. No sabemos casi nada, en comparación con todo lo que deberíamos saber. Es errónea casi toda la información que tenemos sobre la vida, y nos sentimos de veras terriblemente inseguros si pensamos en ella. Todo el que, aun por un momento, piense en su esencial soledad como individuo tiene que sentirse inseguro.
    Estamos formando personas sin valentía, que no tienen el valor de llevar una vida interesante o intensa, que están adiestradas para perseguir como único objetivo vital la seguridad, cosa que de esta manera sólo puede alcanzarse mediante un conformismo total y una falta total de dinamismo. […] Naturalmente queda todavía cierto sentido de la aventura. Perderlo por completo, con esta sensación de seguridad, haría imposible la vida con tal enorme aburrimiento, de manera que se satisface con cierto tipo de películas, de libros, o bien leemos informaciones en las revistas sobre las personas que se divorcian una vez al año, e incluso esto satisface un poco, a través de terceros, nuestro sentido de la aventura, aunque de ningún modo sea una aventura tan arriesgada como parece.”

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  3. Pienso que en un gran número de casos detrás de un consumo se esconde una inseguridad. Mucha gente intenta camuflar o remediar sus inseguridades a través de objetos materiales. Esto los publicitas lo saben y se nota en muchas de sus campañas.

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  4. En primer lugar, enhorabuena por la exposición y por el artículo.

    En cuanto al tema del consumo, creo que las personas no somos conscientes de hasta qué punto somos manipulados para que consumamos y mantengamos, sin saberlo, este sistema de aparente felicidad que se retroalimenta. A mí, mis padres siempre me han enseñado que "no es más rico el que más tiene..." (por cierto, es irónico que ahora una empresa se anuncie con esta máxima), ya que de nada sirve tener si no se puede compartir; y que aquello de "tanto tienes, tanto vales" es una mentira, porque quienes realmente valen son las personas. Mientras que ahora he llegado a oír a niños decir que preferían estar en casa con el ordenador que jugando en el parque con más niños. Y es que nos dicen que seremos más felices si nos parecemos a los prototipos que nos proponen (y que no están a nuestro alcance), por eso mucha gente no es feliz. Quizá la felicidad esté en la sencillez. Quizá la felicidad consista en vivir con lo necesario y vivir de rodeado de gente que de verdad te quiere y te valora. No lo sé, pero a mí el televisor, el coche o el ordenador aún no me han abrazado.

    Estamos como anestesiados, y es triste. Ahora se nos dice que somos más materialistas que nunca, pero esto parece ir a más. Así que puede que dentro de poco no solo hayamos perdido más valores de los que ya no tenemos, sino también que veamos más limitada todavía nuestra capacidad de pensar. Estamos desinformados en la era de la información, lo sabemos y no nos importa porque estamos ocupados en trabajar el número de horas que sea para comprar una batidora mejor que la del vecino que, además de batir, tiene luces de colores. Así, como estamos atareado en esto, no tenemos tiempo para pensar y ver que así no vive un ser humano, pero no importa porque la televisión ya se encarga de adormecernos y de que no pensemos en libros que nos abran la mente (¿¡En algún anuncio se dice que regale un libro!?).

    Para acabar, me gustaría recomendar una obra que dice mucho sobre este tema (la mayoría de vosotros ya lo habréis leído): "Un mundo feliz" de Aldous Huxley. ¡Ah!, y no podría estar más de acuerdo con la idea de que el consumo es el nuevo opio del pueblo.

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  5. Enhorabuena por la exposición. Opino que todas estas preguntas tienen dos respuestas: la moral y la real. Moralmente todos decimos que el dinero no da la felicidad, que todos tus caprichos no van a darte un beso o a aportarte bienestar, que no podemos comprar la belleza o el sueño. No obstante, el dinero te aporta la FACILIDAD, y eso es lo que todas las personas tienden a buscar. Si tenemos a un familiar enfermo de cáncer no podemos comprar su salud, pero teniendo dinero podemos permitirnos pagar un carísimo billete a Houston donde tienen los medios más avanzados para el tratamiento de la enfermedad. Obviamente tanto un paciente de la Fe como un paciente de Houston pueden fallecer, pero el dinero en esta ocasión te permite conseguir el mejor tratamiento. O, por ejemplo, imaginemos que tenemos a nuestro padre enfermo de Alzheimer y debemos trabajar todo el día para mantener a nuestros hijos: con dinero puedes pagar una clínica privada con los mejores cuidados, sin dinero tendrás que hacer lo posible para poder compaginar trabajos, hijos, y un duro esfuerzo para cuidar del enfermo.
    ¿Es justo? no, pero nada de lo que tenga que ver con el dinero lo es. ¿Es real? sí, y estamos cansados de verlo a nuestro alrededor.

    Ángela Martínez Fernández

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