Hasta hace unos años, siempre habíamos asociado “fracaso escolar” con problemas intelectuales, dificultades físicas – psíquicas que impedían un seguimiento normal. Sin embargo, según algunas investigaciones, entre un 30 y un 50% de los fracasos escolares se deben a causas emocionales. De nuevo, la falta de dieta del cariño, con sus 6 abrazos diarios incluidos, deja huella, y esta vez en el rendimiento académico.
La familia o personas que rodean a un niño se convierten en el centro del universo. Por ello, ciertas situaciones especiales que alteran el núcleo familiar como la muerte o enfermedad de uno de los progenitores o de un ser querido por el niño, el abandono, separación del matrimonio, nuevo matrimonio de uno de los padres, nacimiento de un nuevo hermano, situaciones hoy mucho más frecuentes y que siempre que no estén bien enfocadas, afectan enormemente el desarrollo emocional del niño. Y esto, consecuentemente, afecta su rendimiento académico.
Las emociones influyen en este dichoso problema mucho más de lo que pensamos. Pocos hemos oído hablar de depresiones infantiles, sin embargo, están presentes en nuestra sociedad, y mucho. Debido a que los padres trabajan tantísimas horas, numerosísimos niños están solos en sus casas, al volver del colegio, y carecen de ese apoyo que aporta un adulto, ayudándolo y apoyándolo, para realizar los deberes del día siguiente, o para familiarizarse con las tareas de casa, jugar o simplemente hablar. Entonces, millones de niños en esta triste situación encuentran consuelo en videoconsolas, videosjuegos, ordenadores, televisión, etc. Se cierran en ellos mismos, crean una coraza para protegerse del abandono, de la soledad que están sufriendo. PELIGRO cuando llegan a la adolescencia, donde el alcohol y las drogas parecen refugio.
Entonces los padres se excusan con “no tengo tiempo” y sobre todo “yo no tengo estudios, no puedo ayudarte en los estudios”. No entienden que de lo que sus hijos carecen no es de capacidad intelectual para resolver una ecuación, sino de apoyo, de atención y de cuidado. Y aquí es donde y cuando los padres se lavan las manos echan la culpa a los profesores, acusándoles por no llevar a cabo una educación más personalizada, por no dedicarle a su hijo el tiempo que ellos no le dedican. Pero hay un dato que pasan por alto, en una clase de 25 alumnos una atención personalizada es prácticamente imposible. Los profesores informan a los padres que sus hijos están desatendidos, desamparados, que muy probablemente el problema no radique únicamente en su hijo, sino que ellos podrían tener algo de culpa. Los padres se sienten ofendidos y deciden mostrar cariño y afecto a sus hijos, así:
Cielo, no te preocupes, si apruebas mamá y papá te comprarán una PlayStation 4!
¿Han entendido bien los padres el problema de sus hijos? ¿Actúan correctamente? ¿Creéis que en el problema del fracaso escolar el alumno representa un eslabón más o la culpa y responsabilidad de su fracaso es absolutamente suya? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué soluciones contempláis como futuros docentes o padres?
F R A C A S O ¿es la palabra adecuada para hablar de este fenómeno masivo y alarmante?
Pienso que la culpa es tanto de los padres como de los alumnos. Los padres se excusan diciendo que no tienen tiempo y que no entienden los difíciles deberes de los niños y hay alumnos (no todos, está claro...) que, al ver que sus padres no se lo dan todo hecho, tampoco se preocupan de pedir ayuda, esforzarse o de buscar ellos soluciones...
ResponderEliminarMuchos padres encuentran la solución con el tema del chantaje, piensan que eso es una motivación pero tarde o temprano el alumno volverá a hacer lo mismo para que le vuelvan a comprar otro capricho... Todo esto se arreglaría si los padres dedicaran más tiempo a sus hijos, ya no solo por los deberes sino por el desarrollo emocional del niño.
Me duele ver como hay niños que ellos mismos se dicen que no sirven para estudiar, cuando sí que tienen capacidad para ello. El fracaso escolar es la consecuencia de cuando el joven en la adolescencia, su etapa más crítica, se siente atacado por el entorno, ya sean padres, amigos o profesores.
ResponderEliminarCreo que cuando el joven se desmotiva por los estudios, tanto familia como profesorado tienen que animarlo y verle que puede estudiar. Nunca a través de recompensas materiales, sino de gestos, palabras. A veces vale mas sentarse cara a cara con el chico y animarle, decirle que puede, que tiene mucho apoyo y que no está solo. Creo que los profesores en ese aspecto son relevantes, pues de ellos también depende que el alumno sienta ganas de seguir y de sentirse valorado, a veces simplemente un " muy bien pepito, sigue así, estoy muy contenta con este cambio (aunque sea mínimo)" es el empujón para que el alumno quiera seguir esforzándose.