domingo, 8 de enero de 2012

Dije adiós aunque no quise.

Desde que somos conscientes de nuestra propia existencia, participamos del hecho intrínseco de nuestra muerte. Quizás ahora nos parezca una introducción dura y algo pesimista, pero conforme vayan pasando los años, y nos acordemos de este párrafo inicial, comprobaremos que hemos perdido ese temor a desaparecer.
Una definición categórica de la muerte sería la de cesación o término de la vida. Pero creo que todos sabemos que en el caso de ver morir a una persona, demasiadas emociones corren en derredor de esta definición. Es muy difícil llegar a asimilar que nunca más vas a ver a esa persona. Que nunca más vas a poder abrazarla, ni a preguntarle cómo está. Y a veces siempre nos quedará el recuerdo de que la última frase que le dijiste no era suficiente para demostrarle todo lo que sentías por ella. Pero eso nosotros no lo sabíamos. 

¿Cómo se comunica a un nieto que su abuelo ha fallecido? El abuelo ha hecho un viaje del que no regrasará, la abuelita no está, los abuelos ya no podrán nunca más llevarte al cole.
Para un adolescente, la muerte es un acto desconsolador, ya que normalmente se rehusa de conversación sobre el tema. Sinceramente, no hay manera de entender que tu abuela, simplemente, ya no está.
Los adultos, sin embargo, ejercen ese papel de sufridor y comunicador de la muerte, por lo que han de ser más conscientes todavía. Y las personas mayores, por último, son aquellas a quienes menos sorprende, debido a la cercanía con esa hora de marchar. Aunque siempre hay varias posturas en torno a ella.

La vieja bordadora, que no se casó nunca, y perdió a su única amiga, suicida:  “Duermo, y cuando no duermo lloro. Quisiera darme cabezazos contra la pared. Tengo 83 años. Demasiados. Ya debería estar muerta: total, a nadie le importo, nadie en este mundo sabe que existo.”

¿Y qué pasa después? Vemos como nuestro mejor amigo llora desconsoladamente la muerte de un hermano. ¿Cuándo le preguntamos? ¿Cómo?
Nos atemoriza sacar el tema, pero quizás saber qué está sufriendo y no poder hablarlo es lo que nos mata por dentro.

La muerte es un compendio sensorial. Lás lágrimas nos dejan ver el dolor, las vestimenta negras de luto, el olor de velas o el sonido de campanas y marchas fúnebres forman parte de este contexto. Pero no podemos olvidar la relevancia del tacto en el hecho lingüístico de hablar sobre esto,

¿Queréis que os entierren de una manera tradicional o que os incineren? 
¿Existe realmente un negocio con las empresas funerarias?
¿Creéis que es importante ir al cementerio a visitar a nuestros difuntos?
¿Por qué pensamos que "están allí"?
¿Preferís que os pregunten, pasado ya un tiempo, acerca de ese familiar, o queréis que no os saquen el tema?

Para terminar, solamente me gustaría decir que no entenderemos qué es la muerte hasta que no la veamos cerca con nuestros propios ojos. Y me gustaría también denunciar y acribillar a un tópico como es que el tiempo lo cura todo. Falacia inventada. El tiempo solo es el escenario de la obra en la que tú has de seguir luchando. Y por mucho que recuperes tu vida normal, cada día, a cada minuto en el que despejes tu mente de la rutina, soñarás con poder abrazarla, o con poder llorar en sus brazos.
Por eso es tan importante no desaprovechar ni un segundo de nuestras vidas con aquellas personas a las que nunca dejaríamos de amar.

2 comentarios:

  1. Durísima entrada, pero muy sincera: enhorabuena.

    Creo que, por más que nos preparen, nunca vamos a ser capaces de asimilar la muerte. No por el hecho de dejar de existir, porque, si nos ceñimos a esto, en el momento en que nos marchemos nuestra conciencia del ser se irá con nosotros; sino por el hecho de ver cómo son nuestros seres queridos los que se van para no regresar, puesto que los que se quedan para sufrir somos nosotros. Además, como bien decís, el tiempo no arregla nada, solo aprendes a sobrellevarlo. Entonces, entiendo lo difícil que es comunicarle a alguien un fallecimiento (sobre todo a un niño pequeño) cuando tú no sabes ni siquiera qué decirte a ti mismo para consolarte.

    En cuanto al negocio de las funerarias, comprendo que haya empresas que, paradójicamente, se ganen la vida con la muerte. Pero me parece frívolo el hecho de ofrecer un catálogo de tumbas "a la moda", incluir la incineración (si la hay) y todo lo demás. Está visto que el respeto hoy día brilla por su ausencia, y los afectados por un fallecimiento no creo que estén en esos momentos como para quejarse porque las funerarias se hacen ricas de una manera tan macabra.

    Por lo que respecta a ir al cementerio a visitar a nuestros difuntos, creo que es importante. Ellos ya no están, pero parte de lo que fueron allí reposa. Todas las culturas honran a sus antepasados y, enlazando con Manrique, la vida de la fama también es importante. Guardar la memoria de los nuestros lo veo como un tributo por todo lo que ellos nos quisieron.

    Enterrado o incinerado... no me gusta pensar en esto, pero supongo que "polvo al polvo". Me gustaría fundirme con la tierra que, en parte, nos conforma. Así que, preferiría que me enterrasen.

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  2. Latifa Benhissoune10 de enero de 2012, 9:15

    Como profesores también cabe la posibilidad de vernos en la obligación de informar de la muerte de un compañero. Debemos tener en consideración la relación que pueden haber tenido nuestros alumnos con el fallecido, para alguno sera un amigo de toda la vida, para otros sera un nuevo conocido. Pero no cabe duda de que dicha noticia afectara a todos, aunque de diferentes modos para sus amigos sera la perdida de un ser querido, para los demás sera un recordatorio de que la muerte nos puede llegar en cualquier momento y en cualquier lugar.

    En cuanto a las funerarias, yo no se muy bien como va el tema de los entierros en España. En Marruecos el entierro es gratuito, en cierto modo, se debe pagar una cuantía de unos 10 o 20 euros a los encargados de cavar la tumba y realizar alguna donación, otros 10 o 20 euros, a la mezquita. Como parte de la tradición se debe preparar comida para dar a los vecinos, como ofrenda por el muerto. Pero en general un entierro no suele ser costoso. Excepto para las personas que mueren en el extranjero y quieren ser enteradas en su tierra de origen, que deben pagar unos tres mil euros o mas para que el cadáver sea transportado a su país.

    Por último no veo la necesidad de visitar la tumba de un familiar fallecido, eso solo reabriría la herida y nos recordara que no volverá.Creo que es mejor mantener el recuerdo de los mejores momentos en el corazón en vez de pensar que un ser querido esta siendo alimento para los gusanos, como si dicha persona se encuentra en un largo viaje.

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