martes, 27 de diciembre de 2011

Diario de un abuelo

Cuando me decidí a escribir estas páginas, jamás pensé que el tacto de la pluma me evocaría una sensación tan cálida y tan profunda, que de haberlo sabido antes, me habría puesto a escribir un diario desde que tengo uso de razón. Aquí, en la montaña, no hay ya mucho que hacer. Cortar leña, ir a por leche o dar de comer a los animales. No son más que un par de cosas, y por la mañana. A partir de ahí, todo desaparece.
Recuerdo cuando mi nieta, esa niña tan preciosa y tan chiquita, venía por aquí. Heidi siempre supo sacarme la sonrisa, y hacía que mis noches no terminaran nunca, pues no hacía nada más que preguntar por cuentos y por anécdotas de mi juventud. Pero hace tanto de aquella época, que casi la he olvidado.

Ahora soy un viejo, y cuando rara vez desciendo la ladera y me paseo por la ciudad, aunque oiga la palabra anciano, siento que la gente se aparta, que deja una distancia considerable entre ellos y este carcamal. En estos días infelices, me acuerdo de mi abuelo, y del amor y del respeto que todos le tenían, pues ostentaba ser el más experimentado de la familia, y el más querido por todos. Y yo también me sentía así con mi nieta. Yo le contaba mis aventuras en el servicio militar, cuando una vez robamos algo de comida de la cocina y casi nos pillan, o cómo en aquella época, su abuelo era un irresistible muchacho para las mujeres del pueblo. Con Heidi no pasaba, pero a veces, cuando Pedro y su abuelo venían por aquí, le dábamos al chaval ciertos consejillos: ¡Meterla en un bote y ya está! ¡Que está la vida cara!
Pero lo que más me preocupaba era el dinero que el ayuntamiento me pasaba todos los meses, pues cada vez era menos, y con el poco trabajo que el pastoreo suponía, temía quedarme sin nada. ¡Abuelo, no te preocupes por eso, aun te queda tiempo para ganar dinero, y para seguir disfrutando de tu nieta!, me decía riendo. Y lo cierto es que sí, que yo no le tenía miedo al momento en el que me fuera, porque ya lo había hecho todo, y no esperaba que la vida me regalase nada más. Ahora que Heidi se había hecho mayor, y se había ido a vivir con Pedro a la ciudad, ¿qué me quedaba?

Pero es que odio ir a visitarlos. Odio cómo me miran, pues pienso, por sus miradas y sus comentarios, que soy un paleto con mi chaleco y mis pantalones de pana. Y aunque quieran disimular, no pueden evitar sentir asco de cuándo toso o estornudo, pues seguro pensarán que contamino y que porto más enfermedades. El otro día me dijo mi nieta que cuánto hacía que no me había duchado, que mi ropa olía a  polilla, y así como... Viejo, dije yo. Ayer, hace un día tan sólo. Rápidamente, cambió de tema.
Pero dentro de estas pequeñas cosas, lo que sí que me molesta es el desprecio que muestran hacia las cosas importantes. Yo no valgo ya nada, pero jamás podré entender el desperdicio de comida que tuvieron el día que me invitaron. Mi madre se echaría a llorar por recordar los estragos que habíamos de hacer para conseguir algo de pan y leche cuando yo no tenía más de seis años.

Hoy he recibido una carta de la chiquilla. Dice que me han buscado una residencia de mayores a las afueras de la ciudad, en la que, dicen, voy a estar mucho mejor atendido que en la montaña, y a la que podrán ir a visitarme con mayor frecuencia. Dicen que hay personal cualificado que me va a tratar como a un verdadero miembro de la familia.
Pero no quiero ir. No se dan cuenta que a mí lo único que me apetece es morirme en mi casa, con mis recuerdos y con mis historias. Aunque sí que es verdad que me gustaría hablar de vez en cuando con alguien, sentirme escuchado y sentir algo más que la cálida pero inerte madera bajo mis brazos.

Voy a ponerme a hacer la maleta. Mañana a las 8 vienen a por mí. Espero que por lo menos, mi habitación tenga vistas a las montañas. A mis montañas.
Aunque no voy a dar mucho la lata y voy a portarme bien, que ya se sabe que todos los pájaros comen del mismo trigo, y las culpas van pa' el gorrión.


Hasta que volvamos a encontrarnos, querido Diario.

11 comentarios:

  1. Después de leer el diario de "El viejo de los Alpes", decidnos:

    ¿Cómo se ha de tratar a los ancianos?
    ¿De verdad es tan difícil dedicarles algo de nuestro apretado, estresante y valioso tiempo?

    ¿Estáis a favor de cuidar de ellos, o una residencia os parece un lugar ideal?

    ¿Existen casos de maltrato a la tercera edad?

    ¿Qué rol social tendrán los ancianos en 25 años con una estadística de representación del 40% con respecto a la población total?

    Nos gustaría que comentaseis brevemente algún aspecto que os encanta de vuestros abuelos, o simplemente algo que queráis decir sobre ellos.

    Felices Fiestas, compañeros.

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  2. Aunque mi comentario tenga menos validez que los del resto, puesto que yo fui uno de los que llevó a cabo la exposición, me gustaría decir que el amor de los abuelos es tan importante como el de padres y hermanos. Lo peor de todo es que sabemos (y ellos lo saben mejor que nadie) que el tiempo que vamos a compartir con ellos va a ser, en principio, muy breve si es que llegamos a tener el placer de conocerlos.

    Asimismo, me gustaría destacar una noticia de hace tiempo, en la que se podía ver cómo un abuelo le había donado un riñón a su nieto recién nacido (así fue, aunque parezca extraño). ¿Cabe mayor gesto de amor por parte de un abuelo?

    Creo que no sabemos valorar el privilegio que tenemos con nuestros abuelos, no somos conscientes de lo que realmente significan para nosotros. Como dice un tópico: no te das cuenta de cuánto los quieres hasta que se marchan.

    Feliz Navidad.

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  3. Desde mi punto de vista, los ancianos tendrían que ser tratados de una manera especial. Al ser mayores, ven como sus amigos o la gente de su generación va falleciendo y eso les entristece. Pero nosotros tenemos que estar ahí para darles el cariño que ellos necesitan y demostrarles que no están solos.

    No es que sea una obligación cuidarlos, pero en parte, se lo debemos. Supongo que muchos de vosotros habréis sido criados por vuestros abuelos. ¿Acaso ellos no tenían cosas que hacer mientras nosotros éramos pequeños y tenían que estar pendientes de las trastadas que hacíamos?

    No es que esté en contra de las residencias, de hecho me parece una buena idea para la gente que de verdad no puede hacerse cargo de una persona mayor por la razón que sea. Pero como en casa en ningún sitio, y si estás rodeado de gente que te quiere...mejor. Así que yo sacaría tiempo de donde hiciera falta para dedicarle a mis abuelos toda la atención posible.

    ¡Feliz Navidad chicos!

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  4. Estoy completamente de acuerdo en lo que dice Alberto, los ancianos siguen siendo personas, aunque parezca que muchos no los tratan como a tales. Es una pena que no sean tan valorados simplemente por el hecho de que ya no puedan ser de mucha utilidad al sistema económico.
    Creo que todo el mundo necesita concienciarse un poco sobre este tema, si después de todo, en el futuro casi la mitad de la población serán ancianos.

    Yo a veces también siento miedo de que cualquier día mis abuelas puedan morirse así, de repente, sin previo aviso. Yo todavía no he experimentado la muerte de ningún ser querido, ya que no llegué a conocer a mis dos abuelos (uno murió en 1990, el otro en 1991 y yo nací en 1992).

    Por cierto, ha sido una adaptación muy creativa de nuestra exposición. Enhorabuena, y que paséis unas felices fiestas.

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  5. Me he puesto temendamente sentimental con esta entrada... Enhorabuena otra vez a los encargados del blog!
    Creo que las personas que sienten desprecio a los ancianos no valoran la vida. Las personas mayores son sabiduría y amor. A mi los abuelitos me encantan, los valoro al máximo. Yo, personalmente solo conocí a mi abuelo paterno y es el mejor recuerdo de mi infancia. No me gustan esas personas que cuando fallece su abuelo no quieren hablar de él. Un día cuando era pequeña, mi abuelo me dijo que las personas nunca mueren si siempre se les recuerda (no hay nadie mejor que los abuelitos para los refranes o dichos) y me dio una gran lección. Tenemos que quererlos y tratarlos como a nadie, darles mimos y sobre todo escucharles. Disfrutar de ellos para luego no arrepentirnos. Yo siempre lo recuerdo con una gran sonrisa, entre carcajadas y mucho mucho amor.
    Respecto a las residencias creo que en algunos casos donde la familia trabaja, y el anciano se pasa el día solo, puede que prefiera él mismo estar rodeado de gente de su edad, realizar actividades, etc. En mi familia se optó por una mujer que pasara el día con mi abuelo hasta que llegará mi tía; daban paseos, se iban al mercado, a la playa. Creo que es una buena opción, no se siente solo, sigue realizando actividades y por las tardes, noches y fines de semana está con su familia.
    En conclusión, los que tengaís abuelos sois unos auténticos privilegiados así que ya podeís darles muchoossss muchosss mimos

    FELIZ NAVIDAD Y AÑO NUEVO A TODOS

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  6. Creo que en muchas ocasiones no somos conscientes de las joyas que se llevan los ancianos cuando dejan este mundo. A mí me encanta subir al pueblo y sentarme al lado de la estufa de leña mientras escucho a mi abuela contarme historias. Tras escucharlas, me doy cuenta de que el mundo que le tocó vivir a mis abuelos es muy diferente al que hoy me toca vivir a mí, no es que esté plenamente satisfecha con la sociedad en la que vivimos hoy en día, pero al menos, me siento afortunada de no vivir pendiente de un grito de guerra, de no vivir con el miedo metido en la piel, de no tener la incertidumbre de si el mañana llegará, de no arrugar mi cuerpo mientras escucho caer una bomba encima de mí, de no, de no y de no ... si no fuera por ella, pensaría que las aventuras que me cuenta solamente son propias de las películas. Cuando este generación se pierda, se irá también con ellos el placer de podernos sentar a escuchar historias pasadas que hacen crecer a quienes las escucha. Por todo esto, no olvidemos que las personas mayores son una gran fuente de riqueza que merece el cariño de todos nosotros.
    ¡Felices fiestas filólogos, y que tengas un buen comienzo de año!

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  7. Tengo una experiencia a propósito de este tema que me gustaría compartir con vosotros. Hace unos años fui con mi madre a visitar a una tía de ella que se encontraba en un pequeño centro de mayores. En cuanto la encontramos, comenzaron a llegar hasta nosotros otros residentes; pretendían hacernos creer que querían saludar a la tía de mi madre, pero no era así.
    Le preguntaron a ella quienes éramos para después comenzar a hablar con nosotros. En poco tiempo me vi rodeado de ancianos que querían escuchar pero sobre todo ser escuchados. Me relataban sus vidas: las calamidades que padecieron durante la posguerra, los esfuerzos por sacar adelante a sus hijos...y a pesar de ello sus familiares iban a visitarlos de pascuas a ramos (casi literalmente).Pero no les guardaban rencor, sino seguían sintiendo un profundo afecto hacia ellos. Entendían que aquellos estuvieran muy ocupados.
    Salí de la residencia consternado por la soledad de aquellas personas. Qué injusta es a veces la vida. Afortunadamente no todos los ancianos están en las mismas condiciones, y espacios como este blog hacen que reflexionemos sobre este y otros temas y tratemos de alguna manera u otra de ponerles remedio.

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  8. Felicidades por la entrada, me ha encantado.
    Bueno, uando era pequeña y mis padres se iban a trabajar (al igual que les habrá pasado a muchos) yo me quedaba con mis abuelos, que me han criado, consentido y educado, así que no me imagino cómo sería mandarlos a una residencia; creo que las personas mayores han de pasar sus años de vejez con la familia y seres queridos. Por otro lado ese tópico de las batallitas del abuelo:"En mis tiempos..." he de decir que yo me acuerdo todavía de cada una de las que me contaba mi abuela y creo que los abuelos son una fuente de conocimiento increible, aunque muchas veces no nos damos ni cuenta de ello.
    Hay que valorar más lo que tenemos en casa, y no dejar que se sientan olvidados.

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  9. Cristian Sanchis8 de enero de 2012, 7:23

    Hola. Quería decir que cuando realizamos el trabajo, al menos yo me sorprendí por la cantidad de temas de los que podíamos hablar con respecto a los ancianos. En efecto, pueden estar en todos los ámbitos y eso era algo que en principio no había previsto. La verdad es que lo pasé muy bien realizando el trabajo y aprendí un montón. Los ancianos desgraciadamente son marginados por la sociedad, que busca un prototipo, un modelo de persona ideal, la cual encarna los valores de la juventud y la belleza. En ese aspecto, los ancianos son degradados y considerados como inútiles.

    Los ancianos, quieran o no, entran en las residencias porque los familiares no pueden o no quieren hacerse cargo de ellos. La verdad es que sobre el tema de las residencias, mis abuelos nunca han querido que sus hijos los envíen allí, y de hecho no lo han hecho. Pero, en cambio, mis padres nos dicen a mi hermano y a mí que sí quieren ir porque saben que en un futuro estaremos muy ajetreados con el trabajo y no podremos hacernos cargo de ellos en condiciones. En ese aspecto, si los ancianos quieren entran a la residencia, vivirán más felices que aquellos que no lo desean y piensan que sus familiares los han abandonado.

    En ese sentido, me gusta la opción que Teresa dice que se aplicó con su abuelo: contratar a alguien para que cuide de él y así el anciano no se siente solo y puede hacer vida normal dentro de sus posibilidades.

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  10. Latifa Benhissoune10 de enero de 2012, 10:29

    Yo no me imagino mi vida sin mi abuelo, sobretodo porque ha sido como un padre para mi.
    No entiendo la facilidad que tienen algunas personas para olvidar lo que hicieron por ellos esos viejecitos, sobretodo los hijos. ¿que les da asco cuando se ponen malos?¿ o cuando ya no son capaces de encargarse de sus necesidades? olvidan que cuando eran bebes, los padres les cambiaban los pañales, les daban de comer y que se mantuvieron despiertos mientras estaban enfermos.¿que ya no tienen tiempo que perder con los abuelos? deberían recordar que sus padres perdieron gran parte de su vida en cuidarlos y educarlos.
    A los abuelos se les debe honrar y agradecer por todo lo que han hecho por nosotros, y debemos tener en consideración sus sentimientos, porque, al igual que a nosotros no nos gustaría que nuestros hijos o nietos nos releguen a un rincón o una residencia, ellos deben sentirse igual.

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  11. Me ha encantado la historia, ilustra la realidad, desgraciadamente. Yo creo que un hijo y un nieto estará en deuda de por vida con sus padres o abuelos.
    Envejecer es volver a pedir el cariño que necesita un bebé a gritos de silencio, ¿por qué no dárselo?
    Seguramente que ha muchos nos ha pasado el hecho de que la comunicación con nuestros abuelos va menguando con el paso del tiempo, cada vez hay más silencio, no encontramos temas de los que hablar, nosotros hemos crecido y tenemos otra vida muy diferente a la infancia que compartimos con ellos. Pero debemos romper esa barrera de silencio.
    Personalmente, mi abuelo siempre fue mi segundo padre, me enseñó a montar a caballo, me contaba cuentos, lo típico, pero siempre muy cercano y familiar. Ahora, sin embargo, mi abuela ya murió y, aunque él ahora vive en casa con nosotros, la comunicación es casi nula, tiene el espíritu apagado, no sabes qué tema tratar con él, de qué hablarle. Es muy triste que una persona que recordabas tan fuerte y alegre acabe de esa forma. Sin embargo, siempre quedan momentos de lucidez en los que le cuentas una acécdota pasada y él inmediatamente lo recuerda y sonríe... como si lo único que necesitáramos fuera recordar con él para que florezcan esos años y esos momentos de vida... escondidos en su memoria.

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